Acabar las guerras que no acaban nunca -1
Manuel gimenez , en vozpopuli
Me refiero al general Escobar. Es un ejemplo dramático de lo que ha supuesto llevar uniforme en este país. Este guardia civil al que el 18 de julio pilló en Barcelona al mando del Tercio Urbano era conservador en lo político, católico en lo religioso – era terciario franciscano -, viudo y padre de tres hijos: uno falangista, una hija monja adoratriz y otro hijo también guardia civil. Pero Escobar, tragándose todo lo que sentía como persona, mantuvo su juramento de obediencia a la República. Su fe y su carácter militar le impelían a ello. Los “suyos”, en agradecimiento, atentaron contra su vida en varias ocasiones. Al final de la guerra, y antes de entregarse a las tropas de Franco, que lo fusilaría en Montjuic tras un consejo de guerra, mantuvo una entrevista con el también general Yagüe, su enemigo en la contienda en aquel sector del teatro de operaciones. Escobar era, a la sazón, jefe del ejército de Extremadura de la República y se puso en contacto con Yagüe para acordar los términos de la rendición. El general africanista lo citó en un lugar apartado, y, como un caballero, puso a su disposición un avión para que se fuera a donde mejor le acomodase. Escobar, negándose con una sonrisa, dijo con gallardía
“Alguien tiene que quedarse, porque las guerras hay que saber perderlas”.
Entonces Yagüe, con la mirada sombría, le contestó
“Ya, mi general, pero ¿quién le dice a usted que nosotros sabremos ganarla?”.
Fusilando al General Escobar, y a tantos, tantos … a TODOS, no quedò nadie que nos enseñara a perder las guerras.
Solo, solamente quedaron los que no sabían ganarlas.